sábado, 10 de junio de 2017

Futuro Ausente

El imaginario es ese sistema de representación a través de imágenes que se han ido generando en una comunidad e instalando como dialéctica compartida hasta conformar una cosmovisión.

Los primeros registros de imágenes realizadas por humanos en las inaccesibles cavernas de Lascaux, Altamira ó Chauvet habrían cumplido una función de anticipación, como sostuvo Arnold Hauser: la figura de un bisonte trazada en la pared de piedra de una caverna de difícil acceso, sustituía al animal real para un ejercicio anticipatorio en el que disparar las lanzas contra ella era matarlo de modo virtual. Luego solo quedaba ir al territorio real y repetir la accción para capturar el animal. La operación funcionaba como ensayo anímico para la poder lleva a cabo tarea con la fiera real.

De este modo, una de las funciones primigenias de la representación quizá haya sido ser vehículo entre un momento presente y un momento futuro.



La revista Popular Mechanics de los años 30 todavía deslumbran por sus tapas con imágenes que comunicaban un desmesurado afán de futuro, que aunque hayan sido exageradas imaginaciones pseudo científicas eran parte de la producción y consumo de una sociedad en la que todo de matrializaba desde una idea de futuro.



Los automóviles de los años 50 fueron diseñados en un momento en que una carrera hacia el futuro llamada "espacial" sugirió todo tipo de formas de naves para volar al espacio hasta alcanzar la luna. La voluntad general de viajar al espacio, de alcanzar la luna y de ir aún más allá una década después se concretaron.



Estas imégenes y esos diseños no se limitaron a los autos sino a todo tipo de productos y configuraron una épica popular del futuro. 
Hoy pueden resulta cómocas o kitsch muchos de ellos, pero es la arqueología que nos cuentas un proceso de contrucción de futuro en modo expansivo y en aceleración. 

Argentina tuvo algunas imaginaciones de futuro desde el útimo tercio del siglo XIX. La celebración del primer centanario fue un momento de plena asimilación cultural. Todo era futuro aún para esa joven sociedad de 1910 como lo expresan las imágenes de una Buenos Aires con puentes y desmesurados edificios promovían un imaginario que Fritz Lang recién llevaría al cine diecisiete años más tarde.


El siglo XX argentino fue un lento de eliminación del futuro. La épica del futuro fue desplazada por una épica del pasado. Y la política se volvió un contínuo refundacional.
Terminado el siglo, el futuro dejó de producir ideas, imágenes y lenguaje. El pasado se erigió como norte de referencialidad permanente e instaló una tara para todos los presentes.

El pasado revisado y oficializado al antojo de nuestras imposibilidades ó del ocultamiento de nuestras miserias se volvió folclore. (No hablo de la ley que legitima la mentira de una cifra que no se quiere contabilizar, aunque también)

Pongo como ejemplo una triste imagen: la del último billete de $50.
No expresa futuro alguno. Nació gramaticalmente devaluada junto con el valor del billete que la porta.



La representación nos presenta un gaucho montado arriba de caballo sosteniendo una bandera argentina que flamea en el desolado paisaje de las islas Malvinas. El falso arquetipo de la argentinidad se alza en dirección contraria a nuestro sentido de lectura. No es casual. El caballo parece que quisiera salir de cuadro antes que adentrarse en el paisaje o mostrase imperrativo frente a él.

Al fondo hay un cementerio. Es pura afirmación de un presente estático y muerto. El deseo de recuperar las islas, algo que se representaría como futuro no ha sido siquiera concebido con forma de puerto, de pescadores, de ovejas y vaqueanos. Es la declaración de imposibilidad. El saldo de cruces de una guerra que no se pudo ganar como todo dominio de esa tierra. No hay otra imaginación sobre qué cosa se podría hacer en las islas. 


La imagen de evidente pretensión épica es de triste imposibilidad y de fantasía anacrónica: jamás un gaucho conoció las remotas islas. Tampoco ya las conocerá.

Y en el improbable caso de una recuperación, tampoco existiría sobre las islas un gaucho, porque el gaucho es una figura extinta. La imagen del gaucho con la que se quiere representar el deseo de recuperación, es una imagen muerta hacia el futuro y hacia el pasado. 

Cuesta creer que en España a alguien se le ocurra generar una imagen sobre el deseo de recuperar Gibraltar con Don Quijote sobre el colosal peñón. O con con siluetas de señoras sevillanas provistas de peinetas y abanicos. Sería ridículo. Así es nuestro billete.
La tristeza de la imagen de nuestro billete reside basicamente en el hecho de que ese ridículo resulte invisible a nuestro nacionalismo rudimentario.

Y para terminar la metáfora de nqacionalismo malvinero, el crucero General Belgrano en pleno hundimiento, que bien puede ser arquetipo de todo lo que se ha hundido en Argentina. 

La escena que alguien imaginó sobre la potencial futura vida argentina en las islas es una imagen aberrante, cuya potencialidad no está destinada a producir un suceso materializable en el futuro sino que es apenas la representación de una imposibilidad futura y retroactiva. Opera de cosuelo al persistente dolor de la derrota que con magistral torpeza colectiva estrelló a los eufóricos argentinos de la recuperación efímera contra el rigor de la estrategia geopolítica y la realidad del mundo.
Es una distorsión que hoy sigue construyendo la imposibilidad de una recuperación real. Mantiene el dolor y el capricho en el presente eterno.
En la sociedad argentina el futuro configura siempre una ausencia.
Vivimos un tiempo de verbo que podría definirse como Presente Eterno, que es siempre una trampa en la que se gestan todas las imposibilidades de evolucionar hacia algo mejor porque eso mejor no tiene imagen que le de forma a las acciones, las ordene y las encauce. El verbo para nuestra proyección es sin duda Futuro Ausente.
La principal deuda que los argentinos tienen consigo no es económica ni política.  Es la de poder imaginar un futuro posible.
La imagen de un gaucho en relación a las islas es recurrente y fue ya bocetada en el nefasto tiempo de la guerra. Pero persiste hoy en la moneda circulante sin haber sido reflexionada, reconceptualizada, redireccionada al futuro. Apenas se solemnizó. 




Mientras el futuro no tenga imaginario que traccione los deseos a base de imágenes concretas, el Presente Eterno será la única alternativa para la complicada vida argentina, con las archiconocidas euforias repentinas  y frustraciones periódicas, sostenidas en el diminuto museo de las pequeñas reliquias de un pasado que tampoco es el que fue.

miércoles, 15 de marzo de 2017

Hiroshima de las Pampas



Es innegable, la grieta existe. Esa tensión binaria es preexistente al kirchnerismo aunque éste supo acentuarla y promoverla en su favor.
Podría decirse esquematicamente que es la barrera que separa dos miradas políticas: una representada por el kirchnerismo, otra representada por el antikirchnerismo.
Detrás de cada una de esas miradas hay una constelación de creencias difusas que las sostienen.
El kirchnerismo ha promovido valores como el orgullo villero, el Vatayón Militante, el héroe del paravalanchas, como observa Fernando Iglesias. Y fiel a una idea fascista de la política, ha promovido una idea de la autoridad pública a ser repelida y reemplazada por el mandato de un líder como único depositario de la obediencia pública. Esa concepción rehúye del diálogo, busca imponer sin persuadir.
La mirada de la nueva gestión propone, en cambio, un camino dialoguista, condescendiente, persuasuasivo aún con quienes desearían que Macri fracasase ya mismo. Pero tiene un inconveniente: no consigue erigir aún un verosímil de autoridad.


El fin de semana último, dos variantes de esas dos concepciones, colisionaron en la ciudad de Olavarría.
Por un lado, un intendente joven - y en este caso cholulo- portador del universo conceptual del cambio se hizo cargo de la bestia ricotera, colocándose en el lugar de productor y garante, con el dinero y el espacio público de sus vecinos. Incluso cruzando en varios aspectos la línea de lo legal. Privilegió el gesto para la multitud ricotera y la reivindicación de un recital que no pudo hacerse hace veinte años en favor de la bestia ricotera que colapsaría las rutas, las calles, los baños, la provisión de comida, el espacio público, como era previsible. Mejor dicho, como hubiera sido previsible para una concepción con un verosímil del Estado, de legalidad y de autoridad más claros y definidos.


Una ciudad de 120 mil personas fue invadida por 300, 400, ó 500 mil sin previsión logística alguna, como si por mera voluntad optimista todo fuese a desarrollarse normalmente.
Ambos modos de ver la celebración, el espectáculo, la cultura, el negocio, el guiño político y la autoridad colisionaron en Olavarría con la fuerza de una bomba atómica sociológica y dejó al descubierto la cultura de una sociedad- entendida como todo lo que se construye fuera de la supervivencia elemental- en la que todos sus modos de gestionar la convivencia, las transacciones comerciales y el intercambio entre empresarios y Estado son deficientes, violentos y con demasiados aspectos fuera de la ley.
La concepción dialoguista, complaciente y optimista de populismo zen se dio de frente contra la cultura del orgullo lúmpen, nacionalpopular y ricotero, basada en la glorificación de lo marginal con sus descontroles beligerantes antisistema y que tiene por enemigo principal a las fuerzas del orden público. 


Aunque no haya sido, en principio, un evento de carácter político, estas dos concepciones colisionaron en dos de sus formas extremas: la movilización masiva de lúmpenes culturales más grande que pueda alguien hacer en Argentina y la inexperiencia de un intendente cholulo. Fórmula perfecta para un desastre. 

Todo esto es necesariamente trágico. Porque ninguno de los dos modos permea en el otro y ambos terminan repeliéndose sin complementarse. Ó, en este caso, abollándose. Ambas concepciones salieron perjudicadas y derrotadas.
Los ricoteros antisitema terminaron haciendo ordenadas filas para que uniformados del ejército les provean agua, comida, transporte y reclamando más seguridad. Por otro lado, el populismo zen del intendente infanto juvenil que entiende que el Estado debe ser garante del empresario monotributista para un negocio multimillonario, terminó sumándole un problema más a la provincia. 


Escuché varias veces decir que parte de la tradición ricotera es no pagar la entrada. Y que la tradición contractual del Indio Solari muestra una exigencia de eximición impositiva por tratarse de un evento cultural y otra exigencia de poca presencia policial- porque “sería problemática para los fans del Indio”- que siempre fueron concedidas por las autoridades. Incluso hoy.
Curioso. Quienes pretenden ir contra el sistema y no pagar entrada van al recital del empresario musical que más factura, que no paga impuestos y que termina huyendo en avión propio. Todo el espectáculo y el negocio se sostiene en la franja de quienes pagan. Una réplica de lo que sucede en otros órdenes de la sociedad, como si se tratase de una estructura de fractales. En otra escala, quienes trabajan y pagan impuestos sostienen el interminable universo de planes y obras sociales para piqueteros, por ejemplo, aunque cortar la calle sea un delito y le impidan el paso a quienes con sus impuestos los sostienen.


También, como si se tratase de una estructura de fractales, el trágico recital deja al descubierto huecos que deja el gobierno en otros aspectos menos visibles y que en este ejemplo grotesco saltan a la vista.
Si la Provincia de Buenos Aires es un territorio tan sensible, con una policía de la que las autoridades del cambio deben siempre cuidarse, con una embestida de los sindicatos docentes que impiden a la fecha el inicio de clases, con zonas marginales que son siempre una bomba de tiempo, con riesgo de operaciones políticas, cómo es que no hubo algún tipo de advertencia de funcionario u organismo desde noviembre del año pasado- cuando se concretó la posibilidad del recital del Indio Solari- de detenerlo a tiempo, teniendo en cuenta los peligros que semejante movilización informal implica?
No deja de ser un asombroso desliz que tiene demasiadas aristas a ser repensadas. 


“Prohibirlo sería peor” escuché también varias veces. Si el problema es prohibirlo y otro problema es organizarlo con presencia policial y sin eximición de impuestos, el problema real es cómo se configura la nueva noción de autoridad, superadora de la obediencia al líder.

El desastre del fin de semana último debería ser una advertencia a ser descifrada.
Olavarría fue una Hiroshima de las Pampas que dejó el descubierto nuestra radiografía,
contiene todo lo que está mal en el país poskirchnerista. Es el catálogo perfecto de todos los entramados socioculturales.
 
La grieta hoy se da entre esas dos concepciones de la vida civil: una que quiere imponer de prepo la vuelta al poder que perdió, al recital que no se pudo, al paraíso de todas las informalidades y otra que apuesta a un cambio pero que aún no genera un verosímil claro y descifrable de autoridad.


Estos dos links son representativos de lo que trato de explicar:
La voz juvenil de una concepción 
Otro ejemplo significativo

martes, 20 de diciembre de 2016

El sushi del atraso


Ayer se publicó una foto en la que políticos del oficialismo y de la oposición compartieron un encuentro en un lugar privado amenizado con sandwichitos de miga y piezas de sushi para negociar ciertos puntos del proyecto de ley sobre el impuesto a las ganancias.
Lo curioso del caso es que casi en simultáneo se conocieron dos versiones de la misma foto que registró el ameno encuentro: la versión original y otra versión pasada por una mano de retoque digital en la que se habían suprimido de la mesa los platos con piezas de sushi.
Ambas se viralizaron de inmediato y generaron  gran cantidad de memes y burlas en las redes sociales.

Son tantos los eventos que pueden descifrarse como erróneos a partir de esa foto que merecen una reflexión.  La cadena comprende desde errores de comunicación e impericia artística hasta una concepción de la realidad del todo provinciana y anacrónica.

En primer lugar, que un Ministro tenga que acercarse a la casa de un opositor que ni siquiera entró a la instancia del ballotage para acordar puntos sobre una Ley, es por lo menos llamativo.
Era ese el mejor lugar para una negociación? No debería haber sido en un recinto institucional antes que en un espacio doméstico? Hubiera sido preferible al revés, que el opositor tuviera que ir al lugar propuesto por quien es oficialismo? Mistério.

Teniendo en cuenta que no hay político que tenga al menos una persona- ó un equipo de personas-  que asesore en cuanto a cada pequeño gesto a ser comunicado, era previsible una fotografía de tal encuentro doméstico para comunicar por las redes.  Al menos, suele pensarse siempre en cada encuentro de esas características acerca de la conveniencia o no de la foto.
Y si la decisión era que la foto debía hacerse, hay demasiado aspectos a ser tenidos en cuenta por los comunicadores.

Acá empieza la zona oscura de la puesta y surge la incógnita de si hubo o no alguien que piense en qué momento debía tomarse la fotografía. Es decir, era conveniente antes o después de poner comida sobre la mesa? O si desplegar unas carpetas y unos papeles hubiera sido más adecuado ó, al menos, más convincente. Acaso la mera mesa vacía con unos vasos de agua? Lo que se desprende de esto es que hubo una ausencia a tiempo de esa mirada sobre lo que cada aspecto de la puesta connota en cualquier fotografía.

Pero más curioso  aún es la concepción que gira en torno a un plato de comida como el sushi.
Desde hace más de una veintena de años, en cualquier ciudad del mundo occidental- europea o latinoamericana- se puede conseguir sushi tanto en restaurantes sofisticados como en locales al paso.
Es decir que el sushi  ha dejado de ser comida japonesa para pasar a ser comida internacional como los tacos, el chop suey o las hamburguesas. Ya no es una excentricidad. Salvo para los ojos de una cultura anacrónica y sociologicamente empobrecida.
La evidente culpa que genera expresa con claridad abrumadora esa concepción.

Hay un documental que publicó Netflix llamado “Chuck Norris vs Communism” que trata sobre la censura en la terrorífica Rumania de Ceaucescu ante el avance de la películas occidentales en VHS durante los años 80. Allí puede verse como entre otras cosas se censuraban las escenas con comida abundante porque era algo que una familia rumana no podía ver materializado en al almuerzo o la cena  durante la dictadura comunista.
Es evidente que la voluntad de remoción del sushi de la imagen es por lo que podría connotar.
Pero, qué podrá connotar? 
Riqueza? Gasto suntuario?  Desinterés por los que menos tienen? Colonización ideológica? Frivolidad? Comidas menos peronistas?  Sea lo que sea, no es más que una tara fuera de época.
Esta tara culposa y provinciana hace que nos preguntemos entonces porqué fue el snack elegido para el encuentro de negociación?  Si es tanto lo que podría connotar y si existía la voluntad de comunicar el encuentro mediante una foto, cómo no hubo siquiera un asesor que recomiende pedir inofensivas empanadas? O tomar la fotografía después de retirados los platos?
Esto indica improvisación en la comunicación. Y pobreza conceptual.
Otra pregunta es si solamente una fotografía fue tomada de ese encuentro? No hubo una al saludarse, o en otro momento? 

Luego alguien tuvo la idea de que a esa posible única foto era mejor quitarle la connotación suntuaria del sushi.
Si bien la imagen era complicada para el retoque también es evidente que quien operó el Photoshop- programa de retoque fotográfico- no era un experto. La falta de sombras, el apoyo de la mano del ministro sobre la mesa saltan inmediatamente a la vista.

Otras preguntas para los responsables de la comunicación es cómo fue posible que se filtrara la foto original si se había decidido comunicar la escena retocada?
O, al revés, si no hubiera sido la intención comunicar una foto retocada, cómo es posible que un empleado suba una foto que se le ocurrió retocar para ganarse el visto bueno de su contratante sin que sea aprobada estrategicamente?

La explicación posterior fue justamente que un colaborador quiso ganarse el visto bueno de su contratante. Es decir, la lógica de favores prima aún para la excusa inverosímil.
La decisión culposa de retocar la imagen no puede nunca haber sido exclusivamente de un mero empleado o communuty manager. Y si lo fue, connota impericia para el ejercicio de un modesto stalinismo de retoques.

Finalmente, ese empleado fue dado de baja por su contratante porque ya se sabe, en Argentina la culpa siempre es del maquinista. Alguien ya se ha quedado sin el descuento a las ganancias. La ley ya no será para ese empleado en ese puesto. El encuentro doméstico no estaba destinado a sus haberes.

Concluyo que la manera en que se concibe la mirada ajena aún para un político en Argentina, es de un provincianismo dramático. La culpa del sushi recuerda a la dictadura rumana.
Nuestro pobre provincianismo es cada vez más pobre y termina siendo un chiste en las redes.
La década ganada ha acentuado las taras sociológicas hasta alcanzar el peor momento sociocultural de nuestra historia. Estamos aún en la cumbre de nuestras viejas taras sin entender cómo es que llegamos a esa cumbre. 
Y no se ha inventado aún el Photoshop para borrar esa pobreza conceptual ni la torpeza anacrónica.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

La primavera de Casey Wonder



Una vez más, llega la primavera. Una Fiesta en la localidad de Moreno describe toda una cultura. Veamos algunos datos recopilados de testimonios de algunos jóvenes vecinos y testigos:

- El predio donde se realizó era una quinta que se alquilaba informalmente y sin habilitación alguna para fiestas. Ni para parrilla, como funciona de día


- No había ningún tipo de control o seguridad

.- Se calcula que asistieron más de 1000 personas, muchas de los cuales eran menores

.
- Un colectivero cuenta que se bajó un grupo de unas 20 chicas de entre 12 y 14 años en la puerta de la fiesta. Otros testigos dicen que hubieron cientos de menores.- Quienes llegaran con algún tipo de droga para convidar no pagaban los $50 de entrada

.- La convocatoria se hizo por Facebook con el nombre de Fiesta Proyecto XXX. Los comentarios son aterradores: "Va a terminar todos muertos" "Traigas falopa y fierros" "Si tenés arma blanca traé arma blanca". "La Fiesta que va a explotar, va a haber mucho escabio y mucho descontrol" Las fotos de armas blancas y de fuego acompañaban las aterradoras expresiones celebratorias


.- Adentro se podía comprar cocaína, pasta base y marihuana


- Mas testimonios: "Un grupo de pibes cantaba el nombre de su barrio y otro respondía amenazante"  En un momento el DJ pidió "No nombren los barrios". Y estalló la furia.- Pasillos humanos en los que se recibían cuchilladas al azar, gritos, gente corriendo, tiros.Todo tipo de armas entraron en juego, hasta picanas- picanas!!!- botellas rotas, garrotes de metal y piedras para saquear celulares, drogas, bebidas y billeteras a los más débiles.

- En la calle, motos que disparaban tiros al azar de quienes corrían intentando escapar. "A alguno vamos a embocar" dice haber escuchado un testigo.


- Todo estuvo anunciado. Como en Cromañón. Una vez mas fuerzas de seguridad  se destacaron con eficacia en la imposibilidad de prevenir lo que se anuncia por las redes desde días antes. La norma es llegar tarde.Cuando un chico de 19 años estaba muerto de un balazo en el pecho y 14 heridos intentaban llegar a un hospital. La prevención comporta el desarrollo. La incapacidad de prevenir es proverbial en Argentina. No es novedad


- Muchas madres desesperadas buscaron a la mañana por hospitales de la zona a sus hijos porque con el robo de sus celulares quedaron incomunicados.

-Vecinos, un playero de una estación de servicio, remiseros, relatan el pánico de quienes buscaban protección  al grito de "nos quieren matar, nos quieren matar". Solo faltaba la conducción de Leonardo Favio pidiendo "Les pedimos no hagan uso de sus armas"   como en Ezeiza.

Nada de lo descripto está bien. Casi nada es legal. Todo es anormal.
Pero esa es la realidad. La única verdad en una fiesta juvenil de primavera suburbana,
La pregunta eterna es: dónde está el Estado en todo esto?.
La involución en la convivencia es lo único que parece evolucionar favorablemente en Argentina. Y eso hace que sea imposible no pensar en los últimos doce años.Porqué?

Porque en los últimos doce años hubo una sobreactuación del Estado autodefinido como "El Triunfo del amor", como "Década ganada". Ese Estado que no es otro que el que promovió con fondos públicos- por citar unos pocos ejemplos-  cosas como:

- Juegos infantiles que consistían en escupir gigantografías de periodistas críticos del gobierno.

- Juegos interactivos para apedreamientos de gorilas en modo virtual (Muestra del Pensamiento Nacional, Palais de Glace) 

- Juicios informales a periodistas críticos en Plaza de Mayo

- Una ONG compuesta de barrabravas de todos los clubes llamada Hinchas Unidas de Argentina- Un grupo de fuerza de choque llamado Vatayón Militante

Una patota en el INDEC que sigue vigente

.En el plano semántico, siempre deficitario en Argentina, ese Estado nos propuso cerrar cuatro días de celebración del Bicentanario de la Revolución de Mayo con algo denominado Fuerza Bruta. Para un antropólogo lingüista no es una casualidad ni es un dato menor. Es el lenguaje generando realidad. Es toda una etiqueta de época

.- Ese mismo Estado es el que nos ofreció a una presidente bailando murga con una cacerola para celebrar los 30 años de Democracia el día que morían cinco personas en medio de saqueos generalizados en varias provincias

.- Ese Estado es el que durante doce años estableció la diferencia entre nosotros y ellos, entre amigos y enemigos en la disputa de una territorialidad política, económica, física, mediática y simbólica, que fue desde la disputa de la calle hasta el traspaso del bastón de mando presidencial

- El mismo Estado cuyos funcionarios nos ofrecieron hace poco el mórbido espectáculo de toneladas de dinero en mesas de dinero, en cajas de seguridad, en bolsos, en conventos, potencialmente en dragones y vaya a saber cuántas otras fealdades artísticas.

- Ese Estado del amor triunfante, tuvo que prohibir de modo sostenido la convivencia de la hinchada local y la visitante en el fútbol, diversión popular por excelencia  Fenómeno único ene le mundo y en nuestra propia historia

- Ese Estado permitió que se instale de muchos modos por el complejo fenómeno del narcotráfico. Se podría decir que Argentina terminó la década del amor como un narcoestado poblado de carteles y de maras.

- Ese Estado fue el que utilizó como gracia y ejemplo a un niño llamado Casey Wonder que repetía sin conciencia clichés sobre la dictadura que no conoció delante de la ex presidente y en la TV Pública sin que sus padres sean penalizados por eso.

No es extraño que de ese Estado haya decantado una concepción tribal de convivencia, lo cual no es más que una forma de analfabetismo político del siglo XXI. La cultura de la fuerza como medida de dirimir cualquier diferencia prolifreró en patotas, en barrabravas, en capangas, en la vaga idea del aguante o del bancar la parada. Y permeó a las últimas generaciones. Las que recibieron una educación en la que solo en el 43% de quienes ingresan al secundario llega al fin de quinto año. Y de esa - casi- mitad solo una mitad comprende un texto. La educación con menor calidad de la región.Los niños escupidores del comienzo de la década ganada forman parte de la generación de jóvenes de la Fiesta de Moreno.Como el prodigio forzado precozmente por sus padres a la propaganda, Casey Wonder. 

Ideologización precaria, déficit educacional, imposibilidad crónica de previsión y de control.
La Fiesta de Moreno nos describe. Es nuestra más precisa radiografía. 
Y nos recuerda que no quisimos detenernos mucho en la herencia, cuando la herencia quizá sea todo lo que tenemos, lo que somos, lo que tenemos para descifrar, reparar y reconstruir en las próximas décadas. Lo que inevitablemente aflora a pesar de los esfuerzos para que no. Y lo que va a aparecer de nuevo, con nuevas formas, en momentos impensados. 
La herencia no es mas que un conjunto de creencias y de conductas que nos hacen ser lo que hoy somos.Se prefiere construir sobre lo heredado sin tener en cuenta lo endeble del piso sobre el que que pretende construir. Debajo de lo que se construye siempre puede haber una Fiesta de Moreno esperando estallar. 
El intendente de Moreno no ha podido explicar porqué algo sí pudo suceder. La ironía del destino quiso que se apellide Festa.

Argentina es una sociedad en situación de prórroga evolutiva que avergonzaría a Charles Darwin. Es comprensible que los falklanders rechacen siempre la gentil propuesta de ser argentinos.