Es innegable, la grieta existe. Esa tensión binaria es preexistente al kirchnerismo aunque éste supo acentuarla y promoverla en su favor.
Podría decirse esquematicamente que es la barrera que separa dos miradas políticas: una representada por el kirchnerismo, otra representada por el antikirchnerismo.
Detrás de cada una de esas miradas hay una constelación de creencias difusas que las sostienen.
El kirchnerismo ha promovido valores como el orgullo villero, el Vatayón Militante, el héroe del paravalanchas, como observa Fernando Iglesias. Y fiel a una idea fascista de la política, ha promovido una idea de la autoridad pública a ser repelida y reemplazada por el mandato de un líder como único depositario de la obediencia pública. Esa concepción rehúye del diálogo, busca imponer sin persuadir.
La mirada de la nueva gestión propone, en cambio, un camino dialoguista, condescendiente, persuasuasivo aún con quienes desearían que Macri fracasase ya mismo. Pero tiene un inconveniente: no consigue erigir aún un verosímil de autoridad.
El fin de semana último, dos variantes de esas dos concepciones, colisionaron en la ciudad de Olavarría.
Por un lado, un intendente joven - y en este caso cholulo- portador del universo conceptual del cambio se hizo cargo de la bestia ricotera, colocándose en el lugar de productor y garante, con el dinero y el espacio público de sus vecinos. Incluso cruzando en varios aspectos la línea de lo legal. Privilegió el gesto para la multitud ricotera y la reivindicación de un recital que no pudo hacerse hace veinte años en favor de la bestia ricotera que colapsaría las rutas, las calles, los baños, la provisión de comida, el espacio público, como era previsible. Mejor dicho, como hubiera sido previsible para una concepción con un verosímil del Estado, de legalidad y de autoridad más claros y definidos.
Una ciudad de 120 mil personas fue invadida por 300, 400, ó 500 mil sin previsión logística alguna, como si por mera voluntad optimista todo fuese a desarrollarse normalmente.
Ambos modos de ver la celebración, el espectáculo, la cultura, el negocio, el guiño político y la autoridad colisionaron en Olavarría con la fuerza de una bomba atómica sociológica y dejó al descubierto la cultura de una sociedad- entendida como todo lo que se construye fuera de la supervivencia elemental- en la que todos sus modos de gestionar la convivencia, las transacciones comerciales y el intercambio entre empresarios y Estado son deficientes, violentos y con demasiados aspectos fuera de la ley.
La concepción dialoguista, complaciente y optimista de populismo zen se dio de frente contra la cultura del orgullo lúmpen, nacionalpopular y ricotero, basada en la glorificación de lo marginal con sus descontroles beligerantes antisistema y que tiene por enemigo principal a las fuerzas del orden público.
Aunque no haya sido, en principio, un evento de carácter político, estas dos concepciones colisionaron en dos de sus formas extremas: la movilización masiva de lúmpenes culturales más grande que pueda alguien hacer en Argentina y la inexperiencia de un intendente cholulo. Fórmula perfecta para un desastre.
Todo esto es necesariamente trágico. Porque ninguno de los dos modos permea en el otro y ambos terminan repeliéndose sin complementarse. Ó, en este caso, abollándose. Ambas concepciones salieron perjudicadas y derrotadas.
Los ricoteros antisitema terminaron haciendo ordenadas filas para que uniformados del ejército les provean agua, comida, transporte y reclamando más seguridad. Por otro lado, el populismo zen del intendente infanto juvenil que entiende que el Estado debe ser garante del empresario monotributista para un negocio multimillonario, terminó sumándole un problema más a la provincia.
Escuché varias veces decir que parte de la tradición ricotera es no pagar la entrada. Y que la tradición contractual del Indio Solari muestra una exigencia de eximición impositiva por tratarse de un evento cultural y otra exigencia de poca presencia policial- porque “sería problemática para los fans del Indio”- que siempre fueron concedidas por las autoridades. Incluso hoy.
Curioso. Quienes pretenden ir contra el sistema y no pagar entrada van al recital del empresario musical que más factura, que no paga impuestos y que termina huyendo en avión propio. Todo el espectáculo y el negocio se sostiene en la franja de quienes pagan. Una réplica de lo que sucede en otros órdenes de la sociedad, como si se tratase de una estructura de fractales. En otra escala, quienes trabajan y pagan impuestos sostienen el interminable universo de planes y obras sociales para piqueteros, por ejemplo, aunque cortar la calle sea un delito y le impidan el paso a quienes con sus impuestos los sostienen.
También, como si se tratase de una estructura de fractales, el trágico recital deja al descubierto huecos que deja el gobierno en otros aspectos menos visibles y que en este ejemplo grotesco saltan a la vista.
Si la Provincia de Buenos Aires es un territorio tan sensible, con una policía de la que las autoridades del cambio deben siempre cuidarse, con una embestida de los sindicatos docentes que impiden a la fecha el inicio de clases, con zonas marginales que son siempre una bomba de tiempo, con riesgo de operaciones políticas, cómo es que no hubo algún tipo de advertencia de funcionario u organismo desde noviembre del año pasado- cuando se concretó la posibilidad del recital del Indio Solari- de detenerlo a tiempo, teniendo en cuenta los peligros que semejante movilización informal implica?
No deja de ser un asombroso desliz que tiene demasiadas aristas a ser repensadas.
“Prohibirlo sería peor” escuché también varias veces. Si el problema es prohibirlo y otro problema es organizarlo con presencia policial y sin eximición de impuestos, el problema real es cómo se configura la nueva noción de autoridad, superadora de la obediencia al líder.
El desastre del fin de semana último debería ser una advertencia a ser descifrada.
Olavarría fue una Hiroshima de las Pampas que dejó el descubierto nuestra radiografía, contiene todo lo que está mal en el país poskirchnerista. Es el catálogo perfecto de todos los entramados socioculturales.
La grieta hoy se da entre esas dos concepciones de la vida civil: una, que quiere imponer de prepo la vuelta al poder que perdió, al recital que no se pudo, al paraíso de todas las informalidades y otra que apuesta a un cambio pero que aún no genera un verosímil claro y descifrable de autoridad.
Estos dos links son representativos de lo que trato de explicar:
La voz juvenil de una concepción
Otro ejemplo significativo
No hay comentarios:
Publicar un comentario